Me sorprende ver como ha pasado el tiempo, como se ha ido sin ningún rastro de su paso en la vida humana. Tengo recuerdos, casi nulos, de lo que algún día, o mejor dicho año, fue uno de los mejores de mi vida; sin duda, mis mejores años fueron segundo y tercero de secundaría pero, ¿Cuantos recuerdos conservo de todo eso? Si el tiempo se me fue de las manos como el agua corre por un río, a lo mejor tengo unos varios pero, ¿Qué pasa con los demás? No tengo certeza de dónde están, pero estoy casi seguro que siguen ahí.
¿Dónde quedó el tiempo perdido? Nadie sabe, se fue y tal vez para siempre, quizá ese tiempo lo hubiéramos empeñado en hacer cosas constructivas que nos ayudasen a ser mejores personas, quizá lo usamos para realizar actividades comunitarias o quizá lo utilizamos en cosas sin sentido y en eso fue en lo que gastamos nuestro tiempo. Solamente tenemos una vida, un tiempo, un presente que, a fin de cuentas, se queda para siempre, en algún lado, pero se queda.
¿Cuanto tiempo nos hemos puesto a pensar en aquellos momentos que vivimos en carne propia pero no recordamos? ¿Cuanto tenemos que dejar pasar para que vuelva a suceder un momento cómo ese? Si nos ponemos a pensar y a analizar hemos dejado pasar por lo menos 1/8 de nuestra vida en ese tiempo perdido; queremos ver lo que queremos aunque no podamos percibir lo obvio y lo que realmente importa, el tiempo. ¿Qué dejamos pasar? Dejamos pasar las idas, las salidas, las risas, la vida, el tiempo compartido, los amores, la familia, las oportunidades y el tiempo, simplemente el tiempo es el que ya no se recupera, ¡Jamás!
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