martes, 9 de abril de 2013

La sonrisa de un niño.

Décima entrada.

Que puedo decir, estoy agotado y como no si cuidé a una niña de 3 años una semana. Fue una experiencia yo creo que única, el poder vivir una experiencia que te llevaría a algo cercano como ser papá.
Debo admitir y creo que ya lo he dicho mil veces, no me gustan los niños, nunca quisiera ser padre.

A su vez fue súper cuidar a una niña, te llenaba de alegría el día, no sé, ver todos esos juguetes en su habitación, la sonrisa que me daba cada mañana cuando llegaba a su casa y que me quitaba el sueño, tal vez fueron de los factores más importantes para que no me echara para atrás y dijera que ya no quería cuidarla.
Es impresionante lo que un niño puede hacer, no se cansan, digo, son niños, ellos te cansan a ti; el primer día te comen vivo, te succionan toda esa energía con la que llegaste el día 1 y, ¿Qué hay para el resto de la semana? Nada. La energía con la que llegaste se ha ido y ya no queda más para los próximos días, tal vez podamos fingir que jugamos pero sabemos que estamos cansados por la trasnochada y que tuvimos que madrugar para llegar a tiempo al cuidado del menor.

No digo que fuese una de las experiencias más gratas que haya tenido en mi vida, pero sí puedo decir que me ayudó a reflexionar que es lo que quiero en un futuro, me ayudó a imaginar como sería mi vida si decidiera tener un hijo; cansa mucho, debo reconocerlo, no es fácil, mis respetos a todos los padres que lo pasan y que lo están pasando, y más con niños de 10 años hacia atrás.
Llegar a un punto donde un niño alimenta tus días con su sonrisa y sus juegos no tienen comparación, tienen una imaginación inagotable que ya quisiera tener yo, muchos juegos y muchos riesgos también, por ningún motivo debías dejar que se acercara a la cocina o agarrara cosas que pudieran lastimarla. Tienen una pila de larga duración, es increíble porque puedes jugar con ellos y nunca te van a decir que están cansados del mismo juego o que ya se aburrieron.

¿Qué se siente ser padre? Ya viví esa parte con una experiencia muy cercana de la cual ya conté, recibir la noticia de que lo vas a ser, preparar cuarto o cuartos, comprar montones de ropa y juguetes para que al próximo bebé no le falte nada. No sé, algo me dice que no lo haga, ese no es mi destino, quizá en estos momentos lo pienso así porque no estoy en edad de pensarlo o no he llegado a esa edad donde puedo razonar libremente sobre el destino de mi descendencia, seguramente yo, conociéndome, no viviré esa experiencia. Contando con lo sucedido seguramente no.